Con el desmontaje de los depósitos de lo que fueron las instalaciones de Reace, en Guixar se va una parte de la historia truculenta de Vigo, un escándalo económico en la última fase del franquismo con varios muertos en extrañas circunstancias y la desaparición de miles de toneladas de aceite de oliva, que la Comisaría de Abastecimientos y Transportes, CAT, almacenaba en esas instalaciones. El caso Reace hasta fue llevado al cine y aún hoy, casi treinta años después, siguen en el aire muchos interrogantes.

El escándalo estalló cuando en marzo de 1972, la Comisaría de Abastecimientos y Transportes denunció la desaparición de más de cuatro millones de kilos de aceite de oliva de los depósitos de la empresa Reace, en Guixar, donde estaban almacenados. Su valor rondaba los doscientos millones de pesetas.

REACE (Refinería de Aceites y Grasas) fue constituida por Rodrigo Alonso Fariña en 1956 con el fin de dedicarse al refinado y envasado de aceite. Eran socios Oswaldo Alonso Fariña, Salvador Guerrero, Eufrasio Juste y Francisco Carrión, y la firma tenía su sede en Redondela.

Más tarde, en 1964 Rodrigo Alonso Fariñas pasó a disponer de la mayor parte de las acciones por compra a terceros y se incorporaron al consejo de administración Nicolás Franco Bahamonde, hermano del caudillo, e Isidro Suárez Díaz Moris.

Los depósitos de aceite de Guixar se erigieron en 1964, y entre 1966 y 1972 la CAT los alquiló para guardar toneladas de aceite. El Estado jugaba con las materias primas para intervenir en el mercado y los precios de los productos básicos. De este modo la CAT era la propietaria del aceite y pagaba a Reace un alquiler mensual por el almacenaje. Teóricamente el producto se hallaba dentro de los silos, pero en realidad el stock no se mantenía quieto, sino que los responsables de la empresa negociaban con él a espaldas de la Administración.

La denuncia, que se conocería como sumario 43/1972 fue presentada en el juzgado de guardia de Vigo por José María Romero González, administrador único de Reace. Solo unos días después fue detenido cuando viajaba en el tren Madrid- Bilbao y arrojando billetes de banco por la ventanilla, Isidro Suárez Díaz, uno de los dos socios mayoritarios de Reace.

El asunto fue tratado en la prensa concierta cautela y así, en una de las informaciones de FARO a raíz de la muerte de Isidro Suárez en la cárcel de la calle del Príncipe, producida, según la versión oficial por asfixia mientras se duchaba debido a emanaciones de gas, se señala que "en sus conclusiones provisionales el fiscal, Conde Pumpido, establecía que la CAT había contratado con un grupo sindical de estaciones de descarga de aceite a granel, del que formaba parte la sociedad anónima Reace, el almacenamiento de aceite de oliva en tanques y depósitos y que los procesados, según el fiscal, vendían posteriormente a conserveros. En el caso estaba implicado un funcionario de la CAT y el inspector jefe de la comisaría de Pontevedra".

Además de Isidro Suárez, durante el desarrollo del procedimiento del caso Reace se produjeron más muertes.

En un piso de Sevilla, en el que se habían instalado quince días antes, aparecieron muertos el 30 de septiembre de 1972 José María Romero, su esposa y una hija que vivía con ellos.

El juez que llevaba el caso recibió una carta en la que éste hablaba de "auto eliminación" y de que tenía la conciencia tranquila por no estar involucrado en el caso Reace, pero en todo momento los expertos dudaron de la autenticidad de ese escrito: "la carta no parece, ni por su extensión ni por su tono, la de un suicida..."

Al hacerse eco de la noticia, FARO señalaba que el cadáver de la hija apareció arrodillado "como si hubiera querido impedir el crimen y recuerda que para sus vecinos del barrio de Heliópolis donde se produjo el suceso, se trataba de "personas corrientes y normales. Él tenía negocios de aceites".

En la crónica del periódico se indica que "los cadáveres fueron hallados en uno de los dormitorios de la vivienda, él con un tiro en el corazón y la mujer también muerta a tiros, igual que su hija. Los cables del teléfono estaban cortados y herméticamente cerradas las ventanas y taponada con papeles la puerta de entrada. "Según parece, –se indica–, José María Romero dio muerte a su mujer y a su hija se suicidó después".

Taxista fallecido

Durante todo el procedimiento se produjo también la muerte de un taxista en la playa de Los Olmos, cerca de lo que hoy es el museo del Mar. Su fallecimiento se relacionó con el caso pues era la persona que habitualmente llevaba a uno de los implicados a las inspecciones a los depósitos de Reace. También apareció muerto en extrañas circunstancias un empresario del sector conservero vigués.